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Mensaje por Administración 01/06/13, 09:01 pm

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En 1394, los vampiros que se convertirían más adelante en los fundadores de la Camarilla celebraron sus primeras reuniones para conspirar, en respuestas en sus conflagración conocida como Revuelta Anarquista, que había enfrentado a antiguos con neonatos, sires con chiquillos. Los soldados Anarquistas dirigidos por un visionario Brujah asaltaron a varios de los jefes conspiradores. Poco después, varios chiquillos rebeldes presuntamente destruyeron a los Antediluvianos Lasombra y Tzimisce, dos de los progenitores de la raza vampírica. Estos revolucionarios no-muertos organizaron una sociedad rival, el Sabbat, como desafío a todos los que les gobernaban. Desde aquel momento, los vampiros del Sabbat han abandonado toda pretensión de humanidad, y en su lugar siguen otros códigos de comportamiento vampírico. No ven la necesidad de fingir el civismo de los humanos. Se abandonan a su naturaleza monstruosa y blasfeman de obra y palabra contra todos aquellos que la humanidad considera sagrado. Esta es la imagen que mejor define al Sabbat victoriano: la de rebeldes contra el hombre y contra Dios.

Salvo por unos pocos dominios cultos en España e Italia, el Sabbat victoriano tiene como territorio las tierras bárbaras de Europa, y se alimentan de campesinos que conservan supersticiones y religiones antiguas como únicas defensas contra los Condenados. Como afirman algunos ocultistas victorianos bien versados, el hecho mismo de que los vampiros se reúnan en sabbats rituales indica que son enemigos de Dios, criaturas malditas que nunca conocerán la gracia del Cielo. Los ocultistas vampíricos están quizá algo mejor informados, y han observado que la estructura misma del Sabbat en conjunta está diseñada siguiendo en parte la de la Iglesia Católica, con una compleja jerarquía de obispos y arzobispos. Los vampiros más antiguos del Sabbat se deleitan en esta blasfemia, y preservan una de las sociedades secretas más antiguas del mundo.

Los vampiros más jóvenes se preocupan más de las alianzas de sus manadas más pequeñas. Este término zoológico indica el desprecio que sienten estos vampiros por todos lo humano, ya que, después de todo, saben que son más que humanos. Muchas manadas se confabulan para destruir a los vampiros más antiguos. Al hacerlo, se aproximan más a Caín, el progenitor de su raza maldita; por esta razón, los vampiros del Sabbat se autodenominan Cainitas. Los antiguos del Sabbat están dispuestos a utilizar la secta como arma contra sus enemigos, por lo que la orden se conoce también como la Espalda de Caín. Algunas criaturas verdaderamente poderosas consideran ingenuo al Sabbat por abandonarse a tales ansias monstruosas, pero esta demostración de solidaridad encaja con el espíritu mismo de los tiempos.

En el viejo mundo, los Cainitas se ocultan de la ciencia y la luz, y se mueven furtivamente por entre os restos de reinos antiguos. No sólo representan las leyendas más monstruosas de su especie, sino que también las inspiran. Incluso los eruditos de lo prohibido se apresuran a describir a estos vampiros como “malvados”, pero, más concretamente, representan la maldad que no ve celebrar en el terror gótico, materia prima de panfletos escandalosos y noveluchas baratas. Cada una de las infamias que se extienden por el mundo civilizado sirve como arma contra los odiados enemigos del Sabbat: los vampiros de la Camarilla que se ocultan dentro de él, criaturas que fingen ser humanas. Los Cainitas preservan las antiguas costumbres de los verdaderos vampiros, y son los precursores de una nueva era de oscuridad.

Mientras que un Vástago de la Camarilla dejaría vivir a una víctima por pura misericordia, un Cainita victoriano la mataría bebiendo profundamente de ella, y la arrojaría brutalmente de su lado. Mientras que un Vástago se enorgullecería de su comportamiento aparentemente caballeroso, un Cainita aspiraría a obtener una obra maestra del sacrificio, la mutilación o la carnicería sangrienta. Las historias de terror muestran a los vampiros como asesinos inhumanos que sacian sus deseos obscenos a expensas de vidas humanas. Los Cainitas del viejo mundo inspiran, igualan y sobrepasan esas expectaciones.

Los vampiros del Sabbat del nuevo mundo sin mucho más progresivos. Algunos Cainitas han caído sobre América, Canadá y México como una plaga. Sin freno alguno, han creado demasiados chiquillos en las principales ciudades, por lo que están ansiosos de asaltar repentinamente los pocos feudos de la Camarilla con lo que se encentran. Aun así, incluso en las Ameritas han comenzado a expandirse dentro de las tierras de los “salvajes de piel roja”, y han adoptado los rituales y mitos de los nativos americanos. De un modo totalmente victoriano, los vampiros de la Camarilla lo asocian a la degeneración, el mestizaje o la locura.

El tratado más importante de la historia del Sabbat, el Pacto de la Compra de 1803, define la alianza de sus miembros contra quienquiera que se enfrente a ellos. El pacto les prohíbe luchar entre si, por lo que se han dirigido hacia los territorios se sus mayores enemigos. Al hacerlo así, estos vampiros victorianos se han convertido en enemigos de la propia civilización. Inician cruzadas constantemente contra los territorios civilizados, y hacen valer su voluntad mediante el fervor violento. Los más jóvenes dentro de sus filas no conocen otro tipo de existencia.
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